Con la realidad de la vida pisándonos los talones.
Intentando mirar, ver más lejos de lo que se muestra a simple vista. En el
marco menos perfecto de todos descubrimos que lo fácil es rendirse y decidimos
no hacerlo.
¿Dónde está el límite? ¿Existe acaso? Quizá deberíamos
replantearnos la pregunta, ¿Dónde quieren ponernos el límite?
No importa, que lo intenten. Pierden el tiempo que nosotros
optamos una noche por invertir en abrir los ojos a otra realidad. A un mundo
nuevo dentro del caótico mundo de siempre. Abrirle las puertas a la vida para dejar
a los buenos momentos pasar y acomodarse, para decirles a las emociones que son
bienvenidas aquí. Donde habita el olvido de los malos recuerdos, donde el dolor
de tiempos pasados termina quedándose en el fondo de los cajones, donde
preferimos ahogar las penas entre risas que en alcohol, mientras vamos
remendando todas las heridas del ayer compartiendo largos silencios.
Silencios. De los llenos de vida, de los llenos de ganas de
comerse el mundo.
Aquí, donde tejemos caricias a golpe de miradas, donde un
gesto vale más que mil palabras, aunque no por ello nos dejará de encantar que
las palabras vuelen… Y que sean los escritos los que permanezcan y recojan todo
esto, toda esta ilusión, estas ganas, esta adrenalina liberada en
pedacitos de pasión y desenfreno. Estas
ganas de verte cada día y comerte a besos o matarte a sabes Dios qué.
Donde la voracidad de un abrazo es como robarle un suspiro
al cielo.
Donde a las preocupaciones les ponemos morritos y nos
hacemos un selfie con ellas, para reírnos de los problemas y que se sientan tan
incómodos que decidan irse y no volver jamás.
Porque un día, entre tanta grieta, cansados de ver la luz
del sol colarse entre medias de los cristales, nos aventuramos a romper con
todo y salir a buscar esa luz por nosotros mismos, a crearla, a inventarla o a
pintarla si hace falta para que nada ni nadie pudiese ensombrecer lo que tenía
que ser, y fue, y es y está siendo.
Porque a pesar de todo, con la duda diaria de no saber dónde
encuentra el sol las fuerzas para salir cada mañana ni de dónde saca las pelas
la luna para irse de fiesta cada noche, nos dio por decir que estábamos hartos,
hasta el culo de tener miedo de que la basura nos estallase en la cara, porque
nunca paraba de crecer. Y la hicimos estallar nosotros. Así, de repente.
Nuestro Big-Bang particular llegó trayendo una primavera
anticipada en el otoño de un año en el que abril quiso imponerse de enero a
agosto.
Si de amor ya no se muere… probemos a ver si puede vivirse,
porque hoy mi risa se alegra de que revolotees a mi alrededor.
¡Que si el mundo quiere seguir girando a lo loco que me avise, que yo me bajo en esta frenética estación!
Bienvenida sea esta primavera anticipada que me llena
de vida mientras que el invierno asoma ahí afuera, azotando la orilla, aullando
feroz contra los cristales.
A.2014