martes, 26 de julio de 2016

Sol de postal


Apenas hace un par de días de que aprendí una gran lección sobre esto de la superación y sobre los miedos de uno mismo. Contemplando uno de los paisajes más bonitos que había visto jamás, en los acantilados de mi querida Galicia, cómo no, interpreté las señales de la naturaleza, reflexioné sobre lo que tenía ante mis ojos y salió esto. Le llamé Sol de postal.

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Allá abajo el gigante azul golpea incesante contra las rocas y éstas parecen no darle importancia, como si fuesen caricias; batida tras batida el acantilado resiste impasible, ofreciendo toda su belleza con el máximo esplendor.

En el punto cardinal opuesto a esta seducción entre los elementos, se encuentra quizá el paraíso para cualquier mochilero. Todas las tonalidades del verde lucen nutridas por un Lorenzo vestido de gala,  cubriendo cimas, valles y colinas de una vida llena de paz.

Por un momento de katarsis soy capaz de elevarme e imaginar todo aquello a vista de pájaro y así comprender que el límite entre el miedo y la felicidad es una línea tan delgada como la que separa al amor del odio.

Que el éxito es una cuestión de gustos.

Desde lo alto puede elegirse el camino, por eso es necesario ver las cosas con perspectiva para poder optar por la opción correcta.  Al igual que el acantilado, que casi ajeno a toda actividad marítima persiste firme en su empeño de crecer hacia arriba, imponiéndose frente a la danza hipnótica del océano, cada uno de nosotros tenemos la opción de dejarnos llevar por la angustia o tomar el camino difícil, tomar las riendas y decidir qué queremos ver en nuestro horizonte.


Pero lo extraordinario de esta vida, es que ni tan siquiera es necesario elegir, simplemente hay que alzar la vista y pasar a visión panorámica.

Para poder descubrir así que, si bien lo que nos rodea puede ahogarnos entre muros de ansiedad indestructibles, ampliando el campo de visión aparecerá también aquello que nos hace felices… aunque el paisaje esté desordenado o incluso nos parezca increíble nuestra capacidad de aunar emociones.

Es posible disfrutar del placer de que en medio de tus miedos aparezcan oasis de todo aquello que te da paz.

A ese miedo simplemente hay que darle la vuelta y convertirlo en oportunidad.

No debemos olvidar que el sentir temor a caerse por el acantilado forma parte del privilegio de contemplar su magia.

A.2016