Hablemos de ser
justos y de no vendernos simulacros. Quedemos para tomar un café con la pena y
con los viejos rencores, para enterrar definitivamente el pasado. Llevemos hoy
a la Vida de copas y emborrachemos los recuerdos para ahogar en alcohol todo el
dolor sobrante.
Que estamos faltos de espacio.
Aquí dentro ya
no hay hueco para la soledad y la pena, las cosas buenas piden pista libre. Hoy
la alegría se abre paso.
Parece que la
ilusión pretende de una vez por todas desligarse del miedo, dejar atrás a la
culpa y darla de lado. Invitemos a esta reunión a todos esos fantasmas ocultos,
aunque no quieran decirnos su nombre, con sentirlos nos basta y nos sobra, prometo tener preparadas las armas necesarias para acabar con ellos, para fulminarlos de
una vez por todas.
Hablemos en
serio de equilibrar la balanza y no nos vendamos más simulacros. No caigamos en
el error de celebrar todas las necedades que nos sean impuestas, de eso nada.
Celebremos el hoy, el día a día. El cada día que estemos juntos aunque sea separados
por cientos de kilómetros.
Agradezcamos
cada beso, cada caricia, cada grito y cada palmadita en la espalda.
Guardemos en la
memoria no un día señalado al azar por el capricho de alguien desconocido, sino
cada minuto que dedicamos a conocernos mejor. Cada vez que nos tomamos de la
mano o que nos tocamos las narices.
¿Qué importa no
recordar el instante preciso en el que se dijo que sí? Merece más la pena
enorgullecerse del resto de instantes en los que se dice que no a todos los
mundos de fuera para seguir cultivando el mundo de dentro. El nuevo mundo que
brota sin pedir permiso y florece al ritmo que le da la gana.
A ratos
demasiado despacio y en ocasiones con una rapidez abrumadora, sin dejarnos
tiempo a asimilar que ya nada será lo mismo.
Equilibremos la
balanza aceptando que realmente todo puede ser mejor, que es posible que este
sea el futuro que tanto llevábamos esperando. Que el ahora este siendo nuestro
nunca jamás.
Así que a
disfrutarlo.
Enamorémonos de
la Vida sin pensar en qué sucederá mañana. Que cada sol tiene su ocaso, es
cierto, pero que todos los días amanece de nuevo y lo que no es justo es que
sigamos perdiendo el tiempo. ¡Vivamos hoy!
Compartiendo el
sentir, la dicha de saber que aunque el mapa se tuerza de vez en cuando, somos muy
capaces de volver a enderecharlo, a poner la brújula recta para no desviarnos en el
camino, para no equivocarnos de ruta.
Que ya hemos pagado peajes suficientes. Viajamos sin rumbo fijo en esta autopista cargada de perfectos focos de infierno.
Por suerte para nosotros existe un secreto para salir ilesos. Y yo he
descubierto una forma de no olvidarlo nunca.
A.2015