lunes, 22 de junio de 2015
jueves, 18 de junio de 2015
Lucha de gigantes
Ir avanzando debería verse y sentirse como un síntoma de
crecimiento, como una consecuencia de que uno se está haciendo grande de verdad y no
simplemente por pasar las hojas de un calendario e ir cumpliendo años viendo la
vida pasar, sino por ir por la vida dejando huella.
Cerrar etapas y cambiar ciclos debería
llevarnos a creer que lo mejor está por
llegar, a hacer balance de lo pasado y aprender de los errores siendo
conscientes de que cometeremos otros, o de que quizá volvamos a repetir los
mismos una y otra vez, incesantemente.
El miedo a lo nuevo, a lo desconocido, es una constante que
se mantiene a lo largo de todas esas etapas, cada vez que decidimos cambiar de
libro o leer la segunda parte de aquel que nos enganchó de pleno y nos dejó con
ganas de más, con ganas de seguir aprendiendo.
Para lidiar con ese miedo es imprescindible el verse ganador
de alguna batalla, conocerse a uno mismo desde el lado fuerte, con la seguridad
de sentirse capaz y de saberse así reconocido. Sólo de vez en cuando.
Porque hay ocasiones en las que a nosotros mismos nos cuesta
distinguir entre si nos sentimos vencedores o vencidos.
A.2015
jueves, 11 de junio de 2015
Historias tatuadas
Las personas nos
empeñamos en controlarlo todo.
Nos ponemos
horarios, normas y un sinfín de protocolos que nos recuerdan cada día lo que
está bien y lo que no, lo que puede suceder y lo que ha de borrarse.
Pero por mucho
que nos empeñemos siempre habrá algo que se nos escape de las manos.
La hora de la
puesta de sol, la subida de las mareas o el nacimiento de una flor son cosas de
las que podemos disfrutar o frente a las que podemos decidir mirar para otro
lado, pero que seguirán su curso independientemente de si a nosotros nos gustan
o no.
Porque están
predestinadas a ser.
Al igual que lo están las relaciones entre las personas.
Podemos decidir que “este no es el mejor momento” o creer que “sólo con querer
es suficiente”. Pero en el fondo sabemos que todos estamos marcados por las
huellas de cada persona con la que vivimos los momentos especiales, los que nos
dejan sin aliento.
Y por mucho
empeño que pongamos en decidir si nos gustan o no, al final no podremos más que
rendirnos a la evidencia de que nos acompañarán de por vida.
Porque están
predestinados a ser, porque esas huellas son los tatuajes del alma.
A.2015
Suscribirse a:
Entradas (Atom)