Apenas hace
un par de días de que aprendí una gran lección sobre esto de la superación y
sobre los miedos de uno mismo. Contemplando uno de los paisajes más bonitos que
había visto jamás, en los acantilados de mi querida Galicia, cómo no,
interpreté las señales de la naturaleza, reflexioné sobre lo que tenía ante mis
ojos y salió esto. Le llamé Sol de
postal.
***
Allá abajo el gigante azul golpea incesante
contra las rocas y éstas parecen no darle importancia, como si fuesen caricias;
batida tras batida el acantilado resiste impasible, ofreciendo toda su belleza
con el máximo esplendor.
En el punto cardinal opuesto a esta seducción
entre los elementos, se encuentra quizá el paraíso para cualquier mochilero.
Todas las tonalidades del verde lucen nutridas por un Lorenzo vestido de gala, cubriendo cimas, valles y colinas de una vida
llena de paz.
Por un momento de katarsis soy capaz de
elevarme e imaginar todo aquello a vista de pájaro y así comprender que el
límite entre el miedo y la felicidad es una línea tan delgada como la que
separa al amor del odio.
Que el éxito es una cuestión de gustos.
Desde lo alto puede elegirse el camino, por
eso es necesario ver las cosas con perspectiva para poder optar por la opción
correcta. Al igual que el acantilado, que
casi ajeno a toda actividad marítima persiste firme en su empeño de crecer
hacia arriba, imponiéndose frente a la danza hipnótica del océano, cada uno de
nosotros tenemos la opción de dejarnos llevar por la angustia o tomar el camino
difícil, tomar las riendas y decidir qué queremos ver en nuestro horizonte.
Pero lo extraordinario de esta vida, es que
ni tan siquiera es necesario elegir, simplemente hay que alzar la vista y pasar
a visión panorámica.
Para poder descubrir así que, si bien lo que
nos rodea puede ahogarnos entre muros de ansiedad indestructibles, ampliando el
campo de visión aparecerá también aquello que nos hace felices… aunque el
paisaje esté desordenado o incluso nos parezca increíble nuestra capacidad de
aunar emociones.
Es posible disfrutar del placer de que en
medio de tus miedos aparezcan oasis de todo aquello que te da paz.
A ese miedo simplemente hay que darle la
vuelta y convertirlo en oportunidad.
No debemos olvidar que el sentir temor a
caerse por el acantilado forma parte del privilegio de contemplar su magia.
A.2016