Cuando
la vida te desborda y ya no sabes ni cómo sentirte ni a qué o a quién diablos
hacer caso. A veces, como ahora, se viven momentos en los que no se tiene claro
por dónde tirar, o al menos ese camino no se ve nítido durante un tiempo.
Hechos
inesperados, malas noticias, reveses de la vida que nos hacen darnos cuenta de
que de entre todo lo que nos rodea es difícil distinguir qué es lo que importa.
Lo primero está claro, las personas, Los
Nuestros; pero después, ¿cómo diantre se ordena todo lo demás?
Trabajo,
estudios, economía, ambiciones de futuro… Todo descolocado en el momento en el
que lo importante reclama su (gran) parte de atención.
Un
mes o dos o tres de desierto emocional, encontrando oasis con agua de mil
colores y tipos pero sin terminar de ver azul en mi horizonte, olvidando a
ratos que hay luz tras la niebla del amanecer.
Quizá
deba recordarme una vez más que nunca un
mar en calme hizo experto a un marinero, y que cabe la posibilidad de que
este océano de dudas sea el mar con la peor tormenta de todas.
Pero
prefiero pensar que todas estas ráfagas de miedo, toda esta ventisca de arena,
desembocará en una maravillosa playa y que en ella podremos disfrutar de que,
afortunadamente, la marejada nos haya hecho expertos.
A.2015