domingo, 1 de febrero de 2015

El valor de las cosas


El valor de las cosas es emocionar. Para nada sirve algo que no te haga sentir mejor, que no te haga sentir libre, capaz. Algo que no te haga creer que todo es posible. Algo que solo sea... algo.
El valor de las cosas tiene que ir más allá. Tienen que hacernos sentir algo.
Incluso un papel escrito, por muy bellas que sean las palabras que contiene, si están vacías serán sólo eso, palabras.
Hablo de llegar más lejos, de un sentimiento, una emoción. Se trata de que las cosas, más allá de ser cosas, nos ayuden a ser personas. Y nos acerquen a sentirnos eso, Personas.

Un anillo de oro y diamantes puede ser solo un peso muerto sobre tu mano. Hay millones de te quieros vacíos que son soltados al aire cada día. Debería de ser pecado, estar prohibido. Debería ser considerado como un atentado contra el amor, una completa falta de respeto hacia aquellos a los que, lejos de faltarles sensibilidad, lo que no les falta es la cordura de callarse todos esos amagos de sentimiento.
Todas esas intenciones de cariño que terminan convirtiendo cada "te quiero" en simple palabrería barata.

Ya hay mucho escrito sobre la moderna afición a regalar amor. Free hugs for everybody que en realidad esconden la necesidad de sentirse completos, unidos  a otra persona para la cual creamos también ser la otra mitad.
Si es que en realidad no somos ya la naranja entera...

Intentos desesperados de la humanidad por sentirse libre pegado a otro. Por sentirse Persona.
¿Quién no ha cometido más de un error en su historial en busca de ese abrazo complementario, en busca de ese alter ego que rellene nuestro huequito y sea perfecto? Pero la perfección, queridos amigos, no existe. Es sólo un espejismo más, un áccesit a la idea de búsqueda del complementario 10.

 Neguémonos. Digámosle al mundo que cada uno de nosotros es muy capaz de volar solo, de ser el limón entero per se, que no es verdad que tengamos la necesidad de que nadie venga a batir las alas por nosotros.
Sólo así llegaremos a comprender que merece la pena  esperar para exprimirse junto a aquel otro que también decida exprimirse de veras con nosotros.

Y entonces los te quieros no harán falta, no merecerán la pena. Porque cuando el fruto es noble, solo las miradas bastan.

A.2015

 
 

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