En el amor no vale todo. No señor.
El noviazgo se ha convertido en un Carpe Diem donde la
dignidad y la vergüenza se quedan relegadas a un segundo plano en busca de más
y mejores orgasmos en tiempo récord.
Pero aún quedamos románticos. Somos la resistencia que
escribe frente a un café, mientas en la calle se ríen en nuestra cara con cada
instantánea de beso peliculero, con cada dedicatoria mal copiada de internet.
No amigos, Benedetti no escribía para vos, no oséis de
proclamar que es para toda la vida lo que sabéis que no durará más de un
cuatrimestre.
Quererse no se trata de un sprint por ser la pareja más
popular, el amor es una carrera de fondo, entregarse al otro requiere de un
entrenamiento maratoniano. Y de paciencia. Ingentes cantidades de paciencia que
cada sábado son sustituidas por directos a las mil de la madrugada, proclamando
al mundo un cariño más efímero que las burbujas de una copa de cava.
Fugaz no siempre es vivo. La relación de pareja no debería
medirse en fotos ni en regalos, debería de haber una cuenta de las manos
tendidas, de los “gracias” y de los “estamos juntos en esto”. Nunca de los me
gusta. Suficiente suerte es haber encontrado alguien que te gusta y que dice
sentir lo mismo por ti, ¿no?
Quizá no es ese el planteamiento más común, pero afortunadamente,
hay quienes preferimos seguir a Lope antes que cualquier influencer del tres al cuarto, porque sí le entendemos cuando habla
sobre desmayarse, atreverse o estar altivo.
En el amor, como en el sexo, no gana el que llega antes,
sino el que llega más profundo.
Quien lo probó lo sabe.
A.2017
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